domingo, septiembre 14, 2014

Consumir preferentemente antes del......


“Consumir preferentemente antes de su fecha de vencimiento……”. Se trata de un mensaje algo críptico pero que todos hemos aprendido a localizar y respetar (si bien a veces con cierto margen) a la hora de consumir un alimento, según Solveiga Pakstaite, (una estudiante de Pakistán) debería hacerlo. 

Ella observó que la fecha de caducidad tradicional tiene un par de carencias importantes (es inaccesible para las personas con discapacidad visual, no ofrece información directa del estado real de la comida a la que se refiere y no es más que una orientación sobre el periodo que dura el alimento, entre otras).

Pakstaite, estudiante de origen lituano de 22 años, cree haber dado con la solución a estos problemas. Se trata de Bump Mark, una etiqueta biorreactiva que reacciona a su entorno igual que lo hacen los alimentos e informa de su estado. Se trata de una pegatina con varias capas: una primera adhesiva, que se pega al envase; otra de plástico rígido con relieve; una capa de gelatina, y la última de plástico blando y flexible al tacto. La gelatina, formada por proteínas, es sólida al principio, pero a medida que esas proteínas se van desnaturalizando, su estado pasa a ser líquido, permitiendo que al pasar el dedo sobre la etiqueta se note el relieve de debajo. E igual que se desnaturalizan las proteínas en la pegatina, el mismo proceso estará ocurriendo en el interior del envase. “La etiqueta simplemente copia lo que la comida está haciendo, de forma que la información sobre la caducidad es mucho más exacta que una fecha impresa”, asegura Pakstaite.

Pero fue la accesibilidad para los discapacitados visuales lo primero que inspiró la idea de esta estudiante. “Inicialmente, intentaba encontrar la forma de que la gente que no ve o que ve poco pudiese informarse sobre el estado de caducidad de los alimentos. Quería que la información estuviese “viva” de alguna manera, porque solo las palabras “en fecha” no son suficientes si no puedes ver otras señales, como el moho, que la gente que sí ve capta sin problemas”. El braille estaba descartado porque, asegura, mucha gente joven ya no lo aprende, ya que se apoya en sistemas audiovisuales de información. Estos últimos, debido a su coste, también quedaban fuera de alcance. “Así que pensé en utilizar una solución biológica que replicase el proceso de descomposición que ocurre dentro el envase y convertirlo en una forma táctil de información”. Pakstaite trabajó entonces en un diseño sencillo, versátil y barato. Hasta ahora lo ha probado solo en alimentos basados en proteínas, pero “ya que es un contador de tiempo biológico, al que le afectan cuestiones como la temperatura o la humedad, no veo por qué no podría utilizarse para todo tipo de comida”. La misma fórmula de la gelatina, explica, podría ser alterada para sincronizarse con distintos alimentos alterando la concentración de proteínas: “cuanto más alta sea, más tiempo necesita para descomponerse”.

La única excepción para su invento serían los alimentos enlatados o desecados, ya que tienen una vida mucho más larga de lo que podría tener la gelatina en cualquier caso. A una semana de graduarse como diseñadora industrial en la Universidad de Brunel, en Londres, Pakstaite cuenta que ya tiene concedida la patente de su invento y está buscando un socio con el que lanzarse a la conquista del mercado. “Se trata de un concepto totalmente nuevo, así que no puedo comparar con nada en lo que se refiere a los costes, pero mi intención es ser capaz de producir al menos cuatro de estas etiquetas por unos céntimos”. De momento ya obtuvo el premio de Diseño Inclusivo otorgado por su universidad, y se ha inscrito en el concurso internacional James Dyson, a la búsqueda del inversor que le ayude a llevar su idea a todas las neveras del mundo.



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